Andromeda y Fenix, el inevitable vínculo [Ainhoa]

El día a día en los campos de entrenamiento del Santuario era sumamente rutinario. No importaba si hubiese una tormenta, si el frio azotara durante las noches o si el sol torturara a todo el que estuviese bajo su mirada, como ese día, todos los soldados y aspirantes debían cumplir con un cierto número de pruebas y ejercicios para poder ser liberados hacia actividades acorde a sus capacidades, ya que no importaba si lograban vestir una armadura o no, todos ellos tenían un grano que aportar por la paz del mundo. Eso mismo convertía el lugar en un verdadero centro militar lleno de jóvenes y adultos, mujeres y hombres, rudos, trabajados y listos para enfrentarse al mal. Peor como en todo ejército, las constantes horas de trabajo duro y las capacidades físicas, así como la manera de pensar y actuar tan individual de las personas hacían resaltar el lado humano de los menos puros, entonces cosas como los problemas personales o inclusive los casos de abuso podían existir entre los futuros caballeros. Ni siquiera entre guerreros se podía evitar que los más jóvenes e inexpertos terminasen siendo pasatiempo de los más avanzados.

- ¿Lo viste en el entrenamiento de ayer?. Jaja... este idiota se sigue esforzando como si pudiese obtener una armadura! - Un grupo de 5 jóvenes guerreros rodeaba a otro de sus colegas, por las apariencias físicas estos chicos poseían una edad que variaba de entre los 18 y los 20 años, en cambio su víctima no lograba superar los 15, lo que con los drásticos cambios físicos de la adolescencia lo dejaba totalmente a merced de cualquiera de sus "compañeros". Estaban suficientemente apartados de los campos de entrenamiento como para no ser atrapados, y a su alrededor solo había rocas, unos cuantos árboles, uno que otro pilar de adorno y nada más, ni siquiera algo que pudiese servirle a la víctima para defenderse o planear su escape. De alguna manera lo habían acorralado mientras que él realizaba un ejercicio por separado, pues era un chico que conocía sus debilidades y hacía todo por superarlas, aun con entrenamientos extraoficiales, algo que hacía que los otros cinco, que llevaban más tiempo ahí y no podían aguantar el sobre esfuerzo del menor, engendraran un odio natural nacido de la simple envidia.

- Eso es una estupidez. Ni siquiera nos sirve para entrenar. Una basura como él no le serviría a Athena ni como sirviente - Musító otro de los chicos mientras que lanzaba un puñetazo al rostro del más pequeño finalmente tirándolo al suelo. Si bien se había defendido lo suficiente el simple hecho de ser superado en número le había dejado sumamente mal parado.

- Kuh... Se... se supone que todos... nos esforzamos por Athena... - Musitó el caído con esfuerzos, tomando toda la fuerza para levantarse a la par que escupía algo de sangre y se aclaraba la garganta. De cierta manera su espíritu no se había apagado aun, más el abuso de los que se suponen eran sus compañeros no pararía solo por ello, al contrario, sus palabras solo avivaban la ira de los corrompidos guerreros quienes enseguida se alistaron para abatir a su ya martirizado camarada. Sin embargo en uno de esos momentos, el puño del más grande del grupo fue detenido en seco por una mano que le tomaba a la altura de la muñeca y en un continuo movimiento le arrojaba hacia el lado opuesto con suficiente fuerza como para hacerlo caer el suelo y rodar un par de veces antes de poder frenarse a sufrir de las heridas de la caída. Enseguida todos ellos voltearon para ver a quien se había atrevido a dañar a uno de los soldados de Athena, en su camino s encontraron con un chico que apenas se veía mayor que su víctima y sin embargo esbozaba una expresión mucho más amenazante y seria. Sus ropajes tan típicos de los peleadores del Santuario como el de ellos lo hizo aun más inverosímil a sus ojos que enseguida sintieron que tenían un nuevo objetivo donde desquitar sus frustraciones.

- Te has metido en el lugar equivocado, enano -

- No... Ustedes están en el lugar equivocado. No hay espacio en el ejército de la diosa Athena para aquellos cuyo corazón es tan obscuro como para atacar a sus aliados. No tienen honor para llamarse soldados de Athena, mucho menos para aspirar a una armadura - La voz del chico, tan firme como sus palabras, retumbó en los oídos de todos pero más que nada en los de aquel que había salvado que finalmente pudo levantar el rostro, lleno de moretones y con algo de sangre, para ver así a quien era lo más cercano a un héroe - Ese chico a quien brutalizan es más digno que todos ustedes juntos. Y por haberlo torturado, yo les haré pagar -

La ira de Kyros se hizo presente tan pronto como una postura ofensiva fue tomada, en sus ojos celestes se presentó una llama tan viva y tan poderosa que inclusive empezó a materializarse en sus alrededores como un aura que se desprendía de cada poro de su cuerpo hasta formar una especie de fulgor similar a una fogata en cuyo interior residía el joven santo. Tan pronto como su cosmos fue expedido hacia el exterior los abusivos contrincantes sintieron el peso de su poder, el calor de su pasión y la grandeza de sus convicciones. No había duda, él era un santo y por la fiereza de su cosmos que se presentaba como fuego mismo no podía ser otro más que el del ave de la flama eterna.

- Sientan el castigo del fénix!! - Musitó el hidalgo ateniense mientras que liberaba un puñetazo a distancia que se transformó rápidamente en una serie de fulgores de gran fuerza que impactaron de lleno contra los torsos de sus enemigos arrojándolos con sublime facilidad hacia atrás hasta estrellarlos de lleno contra el suelo o las rocas o cualquier obstáculo que primero se interpusiese. Ninguno quedaría muerto pero todos ellos serían atormentados por quemaduras en su tronco, un dolor incomparable en todo su cuerpo y más que nada el temor hacía volver a cometer algún crimen en presencia de un caballero.

Las cadenas de andromeda se dirigieron al joven de cabellocastaño cuando este parecia ser presa de la violencia, comenzaba a pensar que todo hombre era un cabeza dura que pretendia solucionartodo a base de golpes e incluso agresividad; la punta de las cadenas azotaron contra el suelo solo para lograr distraer al caballero que comenzaba a encender de manera desmesurada su cosmos solo para atacar a los aprendices de caballero que por ser mas grandes osaban molestar al mas pequeño

—no crees que estas haciendo lo mismo con aquellos jovenes, que con gran aire de grandeza les diste un escarmiento al  profetizar que se aprovechan del indefenzo, pues tu estas haciendo lo mismo en este momento— respondio la ojiverde del cabello del mismo color

Caminaba en direccion al chico solo para tranquilizarlo, tomo de su brazo delicadamente pues no pretendia tomarlo por la fuerza, portaba su mascara como era de costumbre como amazona de Atenea, en su actitud no mostraba ningun tipo de agresividad si no al contrario, podia sentirse en ella esa energia tranquila y serena

—vamos, dejalos en paz, no merecen la pena, seguro que con el susto que le diste tendran como escarmiento— intento tranquilizar al santo , ella no se caracterizaba por portar bandera de agresividad y mucho menos tosca, era todo lo contrario lo que habia hecho que muchos creyeran que no era apta para ser caballero mas habia demostrado ya numerosas ocaciones que si lo valia y quienes la conocian ahora podian confirmarlo

Su cosmos se había elevado más de lo esperado, sin darse cuenta se había vuelto presa de su propia rabia y había levantado demasiado la mano en contra de aquellos que intentaba educar. Sin notarlo se había vuelto parte del crimen que intentaba detener y todo porque el instinto agresivo y apasionado del fénix parecía dominar en momentos al joven caballero. Para su fortuna no estaba solo y pronto el sonido metálico de unas cadenas arrastrándose por el suelo llamaron su atención. Inicialmente solo fue ese sonido que hizo que su golpe fuese detenido, sin embargo pronto fue un choque más brusco que le hizo voltear con mal gesto hacia la recién llegada. No podía decir que estaba sorprendido de ver a una amazona, más si estaba de ver que se trataba de la amazona de Andrómeda pues esa chica tenía su fama. Decían en muchos lados que de los santos de bronce ella era la única que se rehusaba a pelear, la única que parecía no estar preparada par ala guerra en la que estaban metidos. Pero lo que sus ojos podían notar era otra cosa, definitivamente opuesto a lo que se rumoraba, si bien la chica emanaba tranquilidad no era nada parecido a cobardía o debilidad, era una serenidad sumamente cálida, amable, tal vez no se comparaba en lo más mínimo, pero recordaba a ciertas personas. Aries, Virgo... inclusive el sentimiento que causaba el cosmos de la diosa que con tanto afán protegían. Era un sentimiento distinto a lo que solían causar los santos.

- Andrómeda... - Musitó aun con un gesto pesado, no podía apartar su enojo de aquellos abusones, sin embargo gracias a la aparición de la fémina había caído en el entendido de que él estaba cometiendo un terrible error. Por ello mismo, y con ayuda del afectuoso tacto de la guerrera de bronce, detuvo todo intento de hostilidad hacia ellos, apaciguando un poco su ígneo cosmos pero sin dejar de demostrar aquella fiereza que le caracterizaba como el caballero inmortal - Tienen suerte de que los salvara Andrómeda, estuvieron a punto de probar la misma injusticia que ustedes cometieron. Pero entiendan esto, somos todos guerreros de Athena y no importa quien se esfuerce mas, quien tiene más potencial, que edad tengan. En algún momento todos ustedes estarán parados frente a los mismos enemigos y su vida, como la de Athena, dependerá de que puedan confiar en sus hermanos de espíritu. No lo olviden, todos nosotros somos como una estrella en el Universo, si no brillamos juntos todo se sumirá en la obscuridad - Su estrategia había cambiado y mientras daba su discurso se limitaba a ayudar al chico que había sufrido de los abusos dándole un par de palmadas de aliento y limitándose a ver como los que en algún momento habían sido sus principales acosadores ahora intentaban hacer las pases y disculpar los viejos errores. A la par que esto sucedía el de cabellera marrón se acercaba a la santa para dedicarle una mirada de agradecimiento.

- Todo humano merece la pena... es por ellos y por Athena por los que vestimos una armadura... ¿No lo crees? - Musitó con un dejo de seriedad y nostalgia en sus palabras, de alguna manera dando a entender que lamentaba lo que se avecinaba para todos ellos, la eterna guerra por la justicia de la tierra - Por cierto... mi nombre es Kyros.... Kyros de Fénix -

El santo portador de la armadura de Fenix parecía haber entendido las palabras de ella, lo que le satisfacía en gran medida, el argumento que había usado llego a la conciencia del muchacho provocando que bajara la fuerza del cosmos de este, le escucho hablar al chico y ella solo sonrió ante esto, se mantenía calmada y callada, a ella le parecía que era un joven valiente y audaz pero demasiado volátil.

—no creo que solo por pretender cuidar de nuestros hermanos y serle fiel a nuestra diosa portemos esta armadura, es algo que va mas aya de nuestro entendimiento pues sabes que nuestras armaduras también tienen conciencia y si demostramos mas aya de nuestra fuerza de voluntad ellas permanecerán con nosotros para cumplir lo que desde la era mitológica nos correspondía—respondió luego de que el santo de fénix pidiera su opinión, aunque no lo pareciera las enseñanzas de la santa de Virgo estaban siendo preservadas y transmitidas.

—Soy Ainhoa santa de bronce de la constelación de Andromeda—respondió con amabilidad