¡No me dijeron que los minotauros eran reales! [Priv/Mauro]

“El cruce entre la Casa de Cáncer y la de Géminis siempre ha sido una transición muy escabrosa“, pensó para sus adentros la figura de un colosal hombre que portaba una armadura dorada; de las doce túnicas de ese tipo que existían era esa representaba al Toro Celestial, lo cual lo identificaba como el caballero que custodiaba el segundo de los templos del Santuario y también como uno de los máximos exponentes en poder que habitaban en su interior, siendo reconocido como uno de los guerreros más fuertes al servicio de la diosa que lo regía. Convocado por la misma diosa para darle determinadas indicaciones, Mauro llegó a la conclusión de que la prematura muerte del Patriarca, aquel que está por encima de las 88 constelaciones, se notaba en demasía; puede que Athena por sí sola le haga honor a su nombre y esté incluso arriba en talento, poder e intelecto que el ya mencionado, pero el hecho de ser una figura principal limitaba mucho sus movimientos aún cuando su cosmos podía extenderse a lo largo y ancho del mundo para resguardar a sus fieles guerreros; no era fácil procesar toda esa información ella sola, ni siquiera para una deidad, siendo casi un menester en conseguir un suplente para el puesto. Y es ahí cuando se complicaba la situación, ya que ninguno de los actuales soldados de oro cumplía con los requisitos para el mismo, mucho menos todavía los de plata y bronce. Con la inclusión de Poseidon como un aliado, (una idea que jamás hubieran tragado sus predecesores por muy malas que fueran las circunstancias), más que ayudar a la defensa del territorio ateniense parecía mas bien lograr lo contrario; era consciente de que aquel dios ya había ganado subordinados propios entre los miembros de baja y media jerarquía de la caballería, lo cual generaba cierta discordia entre los que aún se mantenían completamente leales a su señora: ¿cómo confiar, pues, plenamente en un compañero que no necesariamente siga los estándares que tú mismo has decidido defender? ¿Cómo creer en las palabras de alguien que aunque porte una Cloth de Bronce o Plata siga las órdenes de un General Marino? Incluso alguien como Tauro, una persona que aunque egocéntrica sabe medir bien las circunstancias y analizar efectivamente casi cualquier situación tenía sus dudas al respecto. No en vano al terminar la guerra contra los Titanes podría darse un motín y darse una nueva batalla en contra de las huestes marinas y sus seguidores dentro del propio Santuario, lo cual viendo lo visto podría ser viable, convirtiéndose en una situación desventajosa aún si los principales caballeros deciden permanecer leales. La avaricia es un pecado representado principalmente por aquellos con un ego que raye en la arrogancia y un poder lo suficientemente grande como para que otros no la noten, después de todo; Poseidon no era la figura que le inspiraba más confianza, y la verdad, siempre ha correspondido muy bien a esa descripción.

– Hmm… – dubitativo y perdido en sus pensamientos, Tauro no se dio cuenta sino hasta muy tarde que había llegado hasta el interior de la Casa de Géminis, aunque lo que no tardó en darse cuenta y lo que le pareció raro de ver era que el método de defensa que el guardián de la terciaba casa podía activar y desactivar a placer, conocido como el Laberinto de Géminis, estaba activo a pesar de la ausencia de su caballero. Era una situación muy rara, pues tenía entendido que el custodio de aquel templo había estado ausente por un tiempo al igual que él, aunque en una tarea muy diferente a la de Mauro quien solo había realizado una misión de reconocimiento en Siberia que ocupó su tiempo hasta precisamente ese día; tampoco es que fuera un veterano de la caballería, pues de nada conocía a la mayoría de sus compañeros y vecinos, salvo por dos de sus amigos y compañeros de generación que ascendieron casi a la par de él y otros dos con los que había compartido unas pocas palabras, por no decir que aunque pudo haber ascendido mucho antes, no lo hizo sino hasta hace poco después de la derrota del Patriarca todo para honrar a su difunto maestro, muerto a manos del mismísimo mandamás. Aunque posiblemente pocos habían en el Santuario que pudieran atravesar Géminis sin perderse, Tauro lo consiguió a la primera ya que de por sí utilizaba un truco bastante parecido para ocultar su presencia ante los invasores cuando estaba dentro de su propio recinto. No tardó mucho más en llegar a su destino, la casa que él resguardaba con recelo, pero tampoco esperó demasiado para conocer al primero que llegase con intenciones de cruzarla. Se trataba al igual que él de un Santo Dorado, siendo el león cuyo rugido era capaz de quebrar la voluntad de sus enemigos. El Caballero de Leo se plantaba ante él en esos momentos, y Mauro correspondía al cruzarse de brazos y cumplir su labor como guardián del templo:

– Para pasar por esta casa, primero debes decirme tu nombre. – Sus ojos se concentraron en el individuo de cabello blanco y una corta sonrisa se reflejó en sus facciones apenas notándose pues las sombras ocultaban la mayor parte de su ser, siendo una silueta lo único que se alcanzase a ver de él. Lo cierto es que Mauro ya había oído hablar de aquel joven hombre y de su gran proeza, por lo cual si le era posible quería intercambiar algunas palabras con él.

Spoiler:

Fue relativamente fácil observar al hombre... Vamos era demasiado vistozo El santo de leo solamente frunció un poco el cejo. ¿Así que ahora había un santo dorado de Tauro? ¿Por qué no le vio en la junta de hace poco?

Bueno, no debe juzgarle, quizá apenas hace poco que ha llegado, han sido demasiados los cambios que se presentan en las fuerzas de Athena, suspiró ligeramente, al parecer los doce dorados ya comenzaban a juntarse y aquello era bueno, necesitarían toda la fuerza posible para derrotar a Cronos.

Sin embargo, supo que sus planes de estar un rato en soledad y tranquilidad habían sido mermados.

-¿Ah?- Le miró con curiosidad, arqueando una ceja, aunque no tardo en sonreír de lado y de una manera un tanto impertinente. No fue apropósito, es solo que aquello ya se le da de manera inconsciente… Tuvo que mirar hacia arriba, no solo porque aún le faltaban unas cuantas escaleras para estar en la fachada de la segunda casa del santuario sino que además ¡El hombre era altísimo! –Carajo, nadie me dijo que había minotauros en el santuario- Musitó tan solo para él, antes de encaminarse a subir unos cuantos escalones... -Saludos, caballero de Tauro- Era hasta cierto punto hilarante que Nero tratase de comportarse de forma "caballeresca" y educada, vamos, un florido y correcto léxico no era suyo.

A menos claro que se tratase de insultar a alguien, porque ahí si puede tener buenas palabras un gran repertorio de insultos para el merecedor de aquel trato... Bastante arisco, sin duda alguna.

-Mi nombre es Nero y soy el Caballero de Leo... aunque bueno, creo que eso es más que notable- Cruzó los brazos a la altura de su pecho aun sin dejar de intentar mirar al otro directamente a los ojos, una tarea difícil, sin duda alguna -¿Y tú eres...?- Cuestiona con curiosidad. No solo se presentó ya que Mauro puso dicha condición sino que, si van a combatir hombro a hombro contra las fuerzas de Cronos y cualquier mal que ose amenazar a Athena al menos ha de conocer a sus compañeros de batalla, intercambiar algunas cuantas palabras con los mismos no estaba de sobra, a la contra, entre mejor sincronia hubiese en batalla, mejores resultados.


OFF: Descuida yo estos dias no tuve internet porque los de la compañia dan un pesimo servicio perdona lo cortitosh pero sabes que es con amoursh(?).