El victorioso retorno [Libre]

El primer paso hacia los sagrados parajes del santuario se sintió como el inicio de una nueva vida y con ello la llegada de una promesa que un joven niño había hecho para con su familia, sus relativos y para si mismo, la promesa de que se convertiría en un caballero de la justicia y que con toda su fuerza y espíritu recorrería el camino del bien para volverse uno de los legendarios guerreros de Athena. Ahora, con un rostro tan confiado como brillante, el niño que se había vuelto joven finalmente regresaba de los avernos del infierno habiendo cumplido su más importante prueba. Como trofeo traía a sus espaldas la caja que guardaba en su interior la sagrada armadura que había obtenido por medio de sudor, sangre y lágrimas.

- Finalmente... ha llegado mi momento - Musitó para sí mientras que sus ojos, llenos de esperanzas y de un fuego tan vivaz como su juventud y el cosmos que había despertado para llamar a su armadura, se permitían disfrutar del soleado paraje. Una ligera brisa golpeó su rostro, agitando tanto sus cabellos como sus ropas a la par que sus pies recobraban el camino hacia las sacras edificaciones que a lo lejos se erguían con la misma grandeza que seguro habían demostrado desde su construcción.

Aquel chico quería volver a ver a su familia, quería decirles que había tenido éxito, pero sabía que tenía una tarea importante por cumplir. El mundo estaba empezando a sumirse en la oscuridad y ni siquiera los santos recién elegidos como él podían darse el lujo de perder instantes. Tenía que usar su fuerza, afinarla y trabajarla hasta poder convertirse en un verdadero miembro de los guardianes de las constelaciones. Pero... ¿Por donde empezar? No estaba seguro, pero sabía que todo se le haría mas claro una vez se encontrara con algún otro santo, solo debía seguir su camino hacia las 12 casas. Tarde o temprano alguien aparecería.

- Huh? - La voz de una chica llamó su atención y lo obligó a buscarla con la mirada un poco confundido por el tono tan serio y cortés con el que se había dirigido hacia él, más cuando pudo encontrarla se vio aun más extrañado al ver a una linda chica de cabellos plateados que portaba una armadura que claramente podía ser reconocida como una de las 88 constelaciones de los sirvientes de Atenea. En aquel momento no pudo pensar otra cosa que no fuese el hecho de que aquella mujer debía ser un santo tal y como él, pudiendo finalmente conocer a alguien del ejercito al que había logrado pertenecer. Para su infortunio no pudo ni presentarse ni nada antes de que la mujer hiciera una pregunta que le dejó totalmente fuera de si. ¿Poseidón o Atenea? ¿Qué tenía el que ver en todo el panorama? Estaba totalmente perdido pues gracias al tiempo que había pasado consiguiendo la armadura se había perdido de gran parte de los acontecimientos que habían ocurrido en el santuario, desde la toma por los generales marinos hasta el momento en que la alianza había sido desenmascarada. Simplemente había estado demasiado lejos por demasiado tiempo.

- Mi lealtad va solo hacia la diosa Atenea, por supuesto. Como todo Santo - Vociferó adoptando una postura defensiva en el acto. La simple pregunta le había hecho sospechar sobre la mujer y de alguna manera el escuchar de otro dios lo había alertado. Desconociendo todos los sucesos dentro del año de la guerra lo convertían en un objetivo fácil para las mentiras y las sorpresas, no había pensado en la posibilidad de que la guerra se le hubiese adelantado y por ello ahora estaba en el punto de la desconfianza.

- ¿Qué es eso de la alianza?... - Cuestionó sin abandonar su actitud de batalla mientras que con sus ígneos ojos se dedicaba a vigilar a la mujer. No sería atacado sin oponer resistencia.

Al parecer aquel chico de cabello castaño acababa de arribar tal y como la Grulla sospecho, le miro de arriba abajo un poco cuando este le respondió sorprendida un poco al ver la postura que adopto el ahora conocido como un santo de Athena.

- Comprendo....Aunque...-Comienza a encender un poco su cosmo dejando salir aquella tonalidad rojiza de este parecida a las flamas de una fogata.- No veo el porque agredir a alguien, si bien antes pudimos considerarnos enemigos, ahora las cosas son distintas....

Su dialogo se vio interrumpido cuando el hombre le lanzo una interrogante aun con aquella posición en su cuerpo.- Así que no lo sabe.... Atacas a alguien sin saber la verdad...Que lamentable....-Le dijo dando unos pasos hacia atrás mirándole al rostro.- El dios Poseidon y la diosa Athena han unido fuerzas aclarando mal entendidos...Creando una alianza entre sus guerreros... Para luchar en una gran batalla.

Comenzó a rodear al joven para ver la caja de pandora que cargaba en su espalda.- Por cierto....Soy Karou poseo la armadura de plata de la Grulla...Y mi lealtad es al dios de los mares Poseidon.... Ahora que hará? - Le comento posándose frente a el.- Va a atacarme? De ser así...-Enciende un poco mas su cosmo.- Estoy dispuesta a mostrarle algo de modales....

El simple sentir del cosmos ajeno hizo que la tensión se elevara. De la nada la brisa que había estado golpeando los alrededores pareció frenarse y con ello los pensamientos del joven caballero que se mantuvo alerta para evitar ser sorprendido por la fémina. Sus ojos pasaron hasta el rostro de la chica no pudiendo negar la determinación que emanaba de todo su ser así como una seriedad que casi hacían creíbles sus palabras, y se dice casi porque Kyros no podía armar la historia de tal modo de que lo dicho por la mujer pudiese tener algún sentido. ¿Y como iba a serlo cuando aun los que lo vivieron tenían problemas acoplándose a la idea?

- ¿Lamentable? - Repitió la palabra de la chica poniendo en duda sus comentarios, enseguida empezó a forzar su cosmos hacia el exterior de la misma manera que la fémina. Pronto un aura tan salvaje y violenta como las mismas llamas se disperso a su alrededor formando una capa de fuego que incluso se propagó por el suelo hasta formar un perímetro a su alrededor. Tal vez la chica era un santo de plata que le superaba en poder, pero la ferocidad de su cosmos no podía ser igualado tan fácilmente pues llevaba el calor del ave que se cultivaba en los parajes más asediados de los volcanes. No existía una flama tan intensa como la de su cosmos y eso estaba por demostrarlo. - El cosmos no esconde ninguna verdad... no hay manera de mentir por medio de un intercambio de puños, eso todo caballero lo sabe - Musitó el joven mientras que la combustión de su propio universo encendía la chispa de la caja de pandora a su espalda obligándola a abrirse cual flor en primavera para dejar ver lo que en su interior tan recelosamente se guardaba. La armadura del ave del renacer, la más misteriosa de entre las constelaciones de bronce, el manto del Fénix.

- No podría entender que lleva a un santo a seguir al dios de los mares. Pero si e algo estoy seguro es que tu cosmos hablará por tu corazón y solo así podré estar seguro de la verdad - Sentenció con total seguridad y sin dejo de opciones mientras al tiempo que la figura a sus espaldas se fragmentaba para revestirlo de manera que aun entre las llamas se podía apreciar el brillo de su nueva vestimenta - Mi nombre es Kyros, santo de Fénix. Ahora que lo sabes, prepara tus puños... Grulla- El temor no existía en el corazón de aquel hombre pues en él solo estaba el fuego eterno de su constelación, siempre vivo, siempre cálido y solo por el simple cometido de defender a su diosa y los ideales que ella defiende.

Al ver a la mujer tomar su postura de combate no pudo más que sentir algo creciendo en su interior, un calor que equiparaba a las llamas de su cosmos y que rápidamente invadió todo su cuerpo con una energía muy diferente a la que había tenido antes, era la adrenalina de poder enfrentarse a un fuerte oponente pero más que nada el de enfrentar un espíritu tan determinado como el suyo.

- Los santos nacieron para proteger a Athena, no se necesita más motivo que ese - Musitó ante la respuesta de aquella mujer sobre el bando que había elegido cada uno. Para un joven que había sido inculcado desde pequeño en las artes de los caballeros, que había crecido con el amor hacia el planeta y hacia Athena misma como algo natural no había una explicación clara de porque alguien vestiría una armadura destinada a protege a la diosa de la justicia para terminar defendiendo a otra entidad. Sin embargo si alguien podía hacerle tener una idea de la situación actual era esa mujer y no desaprovecharía la oportunidad de aprender mientras probaba lo que había obtenido durante su viaje. Era el momento de ver que tanto podía hacer como el nuevo santo del Fénix.

Pronto pudo sentirse la hostilidad en la energía de la fémina y como el aura de la misma empezaba a sobrepasar la del santo de bronce, algo que ni siquiera aquel chico tomaba como una sorpresa pues la diferencia de rangos se marcaba tan clara como el agua, al menos en cuestión de experiencia.. Para contrarrestar ese efecto dio un profundo respiro y se concentró un poco más, las llamas a su alrededor se volvieron simple fulgor y crearon una capa a su alrededor que evitaba que la presencia de la mujer fuese capaz de sobrepasar la propia ya que si no podía coaccionarla entonces al menos podría mantenerse con cierta igualdad de condiciones. Más fue esta concentración lo que le dejó inmóvil una vez que ella inicio sus movimientos ofensivos dejando que el salto de la Grulla se efectuara sin mayor problemas y dejando que solo sus ojos fuesen testigos y jueces de los actos venideros.

No era difícil predecir la caída de su antagonista por lo que se preparó apuntando las manos hacia ella, incluso predijo algunos movimientos para así tener reacciones contraofensivas preparadas. Sin embargo, si algo había en su contra era la falta total de pericia en combate, que le llevó a ser tomado por sorpresa por el súbito cambio de velocidades llevado a cabo por la platina que en un pestañeo despareció de su campo de visión solo para reaparecer a sus espaldas con un ataque totalmente preparado. Por supuesto el santo de bronce no tenía ningún plan para ello pero tenía los instintos necesarios para poder reaccionar a tiempo volteándose con toda su velocidad para así interponer ambos brazos, de forma cruzada, al impacto cósmico de su enemiga. No obstante su fuerza física poco pudo hacer contra el impacto que lo desprendió del suelo y llevó varios metros hacia atrás hasta estrellarlo contra uno de los derruidos pilares del lugar, terminando el trabajo que el tiempo había estado llevando a cabo en el mismo y dejando al caballero sepultado entre las ruinas.

- Tsk... así que esta es la fuerza de un santo de plata -.Se comentó a si mismo mientras que con su diestra apartaba uno de los escombros para poder ponerse de pie, si bien su rostro mostraba algunos moretones y su ropa se veía sucia, ni su armadura ni su físico habían sufrido daño remarcable demostrando así la dureza de las vestiduras sagradas de los guerreros Athenienses.

- ¿Eso es todo lo que tienes, Grulla? - Cuestionó mientras que por vez primera una gran sonrisa se forjaba en su rostro. El fuego de su espíritu avivaba el resplandor de sus ojos mientras que con su maño se dignaba a señalar a su adversaria como imponiéndole un reto - Eres un santo de plata... deberías demostrarlo! - Intentaba hacer que la mujer se pusiese más seria, aun a sabiendas de que físicamente le superaba en casi todo sentido, pero lo cierto es que ya no estaba usando la cabeza, ya nada más eran esos deseos de tener un combate a todo lo que daba.