Santos perfectos, impurezas nefastas. [Nero de Leo]

La lánguida noche caía recia llena de un cielo despejado adornado con la edificación de los Titanes en lo alto en un silencioso santuario. Sin embargo la niebla cual capa espesa recorría las escalinatas, escaleras y riscos del paisaje como si fuese una tela de lino blanco que lo cubriese todo con su manto. La carga del tiempo había llegado a su final, las estrellas en el firmamento parecían anunciar la llegada de planes a ejecutarse y Athena parecía saber bien que debía hacer. Junto a Poseidón ya los Santos y Generales tenían una estrategia planeada. Los Titanes movían sus fichas y los espectros guardaban silencio en las oscuras esquinas del mundo reagrupando sus huestes.

Más no se sabía nada de sus antiguos aliados los dioses guerreros. Aquello le preocupaba en cierta forma su mente, no sabía si era un malagradecido con la ayuda oportuna de los guerreros del norte o quizás se preocupaba demasiado por cosas de menor importancia ante su problemática, sin embargo aquello le inquietaba.

Su hermano quizás había escapado, abandonando la protección de Poseidón al ver que Athena forjaba alianza con dicho dios. Entonces el pensamiento más temido salió a la luz. Necias palabras vinieron a su mente, no propias de su perfil, sino más bien de una extraña maldición que vivía en silencio y que gracias al cosmos de Athena mantenía controlada.

El ente oscuro se paró delante de un sudoroso Santo de Géminis que meditaba en silencio en la templo de los gemelos para ejercitar su mente y su fuerza de voluntad. Aquella persona parecía tener las características físicas de Saga, su armadura, su porte. Aunque una voz diferente, sus ojos rojos y un cabello con otro tono. La silueta etérea comenzó a reírse. Se burlaba de un Saga con mirada triste.

Pobre iluso. Dijo aquel ser. ¿Crees que podrán derrotar a los titanes? ¿Athena? ¿Poseidón? Mereces estar en la cima. No al lado de estos perdedores.  Debes tomar la proposición de Phebe a tu favor.

Saga acrecentando su cosmos se levantó de inmediato y golpeo aquel hombre con toda violencia en el rostro. El contrincante cayó al suelo haciéndose añicos como espejo al ser arrojado al suelo con violencia.

¡Cállate! Grito Saga. Maldición, Athena. Siempre le he sido fiel a ella. Abrió sus ojos solo para darse cuenta que era víctima de una ilusión de su pensamiento.

Algo cansado de su meditación decidió levantarse, sabia que era peligroso llegar al vació de su mente del cual el cosmos de Athena controlaba y le protegía. Se preguntó si el hervor se su cosmos alguien lo había sentido. Mas sus pensamientos poseían una verdad implícita. Nero el Santo de Leo se había percatado de aquel hecho. Para ese entonces ya este había regresado de su batalla y el Santo de Cancer no había aparecido y de Mauro de Tauro no se sabía nada por el momento.

-¡Cállate!- Fue lo primero que escuchó al acercarse con pasos lentos hasta Géminis -Maldición, Athena. Siempre le he sido fiel a ella.-

¿Con quién estaba discutiendo saga de géminis?

Reconocía el cosmos de Saga si, sin embargo no era el mismo que sintió en previas ocasiones, ya que estaba lleno de ira, dudas... pesares... Frunció ligeramente el cejo, antes de adentrarse por el umbral de la tercera casa. Presiono ligeramente la parte diestra del rostro. -Mierda- Sintio aquel vendaje que cubria parte de su rostro teñirse nuevamente de sangre.... Aun le dolía la herida, no era para menos, no hacía mucho de su combate contra Themis...  Debe llegar lo más rápido hasta su templo, atender mejor sus heridas, y prepararse para la siguiente batalla, no es momento de parar a pensar cosas sin sentido, ni de perder el tiempo. Los titanes son una gran amenaza, ya lo ha sentido en carne propia...

–¿Saga?- Le llama con curiosidad en la voz. Si el de cabello celeste se encuentra en su puesto, entonces ha de pedir permiso para atravesar su casa, como mera cortesía. Se encamina más profundo en aquel lugar, hasta que, finalmente, se topa con la figura del mayor –Ey… ¿todo bien?- Sonrió de manera ladina. Discretamente, con la mirada, buscó otra presencia en el lugar, quizá con quien había estado discutiendo el de géminis.  –Creí que estabas con alguien…-

El eco de la voz de Leo recorrió el recinto, aquel sonido se perdía entre los pilares y columnas que se tragaba la oscuridad mientras sus pasos y botas metálicas andaban divagantes buscando al anfitrión del templo de los gemelos.
Saga a las espaldas de Nero, se perfilo de tras de una columna como si la penumbra dejase entre ver al Geminiano fugazmente,  no poesía casco y tenía los ojos cerrados.

Nero. Menciono brevemente Saga, el eco gutural de la voz de Saga retumbo entre los pilares apacible y sin la violencia de las otras veces, apenas abría sus labios para hablar.  Nero de Leo. Eres tú.

Al salir de aquellas columnas en donde su silueta apenas se veía se colocó de frente al dorado, dejándose ver para mirarle, esta vez los papel del caballero herido habían cambiado. Ahora se veía más recuperado y su armadura brillaba como el sol. Con la situación en que vivían había que portar las armaduras y estar en los diferentes templos a los cuales pertenencia debido a la precaria inseguridad de un ataque de los Titanes. Por un momento analizo la postura de Nero. Luego suspiro con el entrecejo fruncido.

Regresaste.  Dijo Saga mientras volvía a cerrar sus ojos. Lo has logrado. No lo digo por tu victoria. Lo digo por tu cosmos, es… diferente. Estas herido. Debes tratarte cuanto antes.

Luego miro al techo. No hay nade aquí. Estas alucinando. Solo meditaba, la meditación es la clave para una fuerza de voluntad inquebrantable, pero eso es algo que ya sabes.

Saga de Géminis se acercó un poco a Nero y extendiendo su dedo rápidamente hacia el, toco puntos vitales de su cuerpo, en el pecho y la parte superior del abdomen. Aquella hemorragia dejo de sangrar al instante.

Tu hemorragia está detenida. Fue algo que aplique a mis heridas para detener el sangrado. Has sido estabilizado más necesitas ser curado.

Saga camino pasando por el lado del Santo de Leo lentamente, frió y sin mirarle a los ojos.

En las afueras del Santuario, en un frondoso bosque se alza silencioso un antiguo y pequeño templo que nadie advierte. La fuente de Atenea, pero esto no era porque allí exista una hermosa fuente. Pocos conocen este templo. Dicen que los santos desde la época del mito tras quedar heridos gravemente son atendidos en ese lugar.*
Luego se giró y observo nuevamente a Leo.

Muchos de los caballeros heridos, esperaban apaciblemente en este templo del Santuario, que era como una segunda casa, a que la muerte viniese a buscarlos. Pero entonces, dice la leyenda, que desde las lejanas alturas de la estatua de Atenea caía una lagrima. Una lágrima que era como un cosmos dorado que humedecía un reseco desierto, como si de un oasis se tratara. Este cosmos envolvió todo el templo y sus alrededores y se dice que todos los caballeros se curaron de sus heridas salvando sus vidas.

Esta vez no miró a Nero directamente por el contrario permaneció con la mirada apartada de el quizá con respeto, como si esa fuera la prueba de que lo reconocía como un dorado de honor, quien merecía pelear a su lado y confiar en el conocimiento brindado por él.

Aunque entre nosotros existía un santo de plata de noble corazón, que el agua que portaba su ropaje curaba cualquier herida mortal pero lamentablemente traiciono a Athena.

*:

Saga miro de inmediato de reojo al dorado. Sus ojos escrudiñaban el ferviente deseo de saber de dónde había sacado aquel hombre ese nombre, Nero tenía el tiempo suficiente en el santuario como para saberlo pero sin embargo la historia era algo vergonzosa para decirla a los cuatro vientos, sin embargo algo de enojo afloro en las muecas de la cara del geminiano.

Así es. Dijo Saga con algo de pesar en la voz. Su nombre era Suikyo, alguien de honor, pero aquel honor se vio ennegrecido para mí al enterarme que dejo las filas de Athena y a su armadura. Dejo sola  a Athena para hacerles frente a los marinos.

El hombre de entrecejo fruncido miro nuevamente a Nero de frente.

Lamentamos no haber estado en ese momento, pero ahora que sabemos las razones de por qué Poseidón tomo el santuario, me duele la cantidad de compañeros caídos en batalla. Por lo menos no tenemos un zafiro de Odín, no soportaba en cierta forma estar en ese lugar sabiendo de que Athena padecía.
Camino de frente a Nero encarándole.

Dime Nero. Dijo Saga. ¿Cómo sabes cosas sobre este desertor?

Miraba de perfil al cabello blanco, y una vez cerro sus ojos.

No sé nada de ellos. Contesto Saga. Mis disculpas por no tener una respuesta adecuada para eso. Pues me he dedicado a entrenar nada más. Se presume un ataque directo al mismo corazón de los titanes e impedir que ellos ejecuten su plan a cabalidad.

Nuevamente el dorado de Géminis tomo la palabra.

Yo también perdí a alguien. Se giró nuevamente. Pero estoy más que seguro que esa persona desde donde está, no prefiere el agobio que cada día invertimos en el que sería si estuviese a nuestro lado, si no en el que vivíamos intensamente por aquellos que han caído.

Se aproximó a Nero y abrió sus ojos. No debí traer el tema de nuevo. Si hay algo que pueda hacer solo dilo.

Saga se quedó mirando con su mirada seria, labios apretados y ojos algo fijos. No se le veía sentimiento alguno. Lo raro es que sus palabras mostraban magnanimidad a pesar de lo dicho.