Momentos... (Regulus de Leo)

por **Dáskalos T. Gaunt. V.** Mar Mar 25, 2014 5:08 pm

Podía sentir la tristeza en el ambiente, los árboles y las flores no dejaban de llorar, creciendo había el inmaculado cielo, solo para que el frió devuelva su vista al suelo, el hielo estaba destrozando las esperanzas. Puedo observar mi reflejo en ese hermoso espejo, pero siempre parece estar triste, como si un sueño lleno de oscuridad no dejara de envolverme en sus alas. La noche a cada segundo se volvía más hermosa. Las estrellas en el firmamento no dejaban de titilar con fuerza, regalándonos su blanco brillo, como la nieve que cubre el suelo. Cada cosa estaba en su lugar, la luna se alzaba por sobre todo, brillando con intensidad, iluminando los arboles cubiertos de hielo. La suave y helada brisa de la noche remueve con tranquilidad mi frágil cabello, acariciando mi pálida piel, como un cuchillo destino a desgarrar mi vida.

Observo todo a mí alrededor, dejando que la melancolía se haga presente en mi mente. El viento comenzaba a soplar con fuerza, arrancando sin compasión las pocas hojas que quedaban en los árboles, la suave fragancia a pino estaba presente en el ambiente. Sentía como mi corazón no dejaba de palpitar, ansioso por experimentar lo que se acerca. En ese instante, la luna se ocultó con parsimonia, dejando que la oscuridad se tragara todo lo que me rodeaba. Todo a mí alrededor comenzaba a morir, dejando el afrodisíaco aroma de la muerte. El viento comenzó a convertirse en una suave niebla, ocultando toda la belleza del paisaje. Las estrellas juguetonas que antes me regalaron su brillo, se extinguieron en un instante.

Camine sin rumbo figo, sumergido entre las tinieblas, cada uno de mis pasos era amortiguado por la blanca nieve. El frió estaba ausente para mí, hace mucho que mi cuerpo se negaba a experimentar esa sensación. Una lágrima silenciosa recorrió mi mejilla, teñida de rojo carmesí, el aroma metálico estaba presente en ella. Las lágrimas de sangre derramadas por un ser sin corazón no tienen valor alguno, no tenía el derecho de llorar, pero aun mi cuerpo deseaba liberar el dolor que mi mente se negaba a reconocer.

por Invitado Jue Mar 27, 2014 8:32 am

Los días de entrenamiento no terminaban, aunque no era sencillo tener aquel entrenamiento que solía hacer por gusto antes de despertar como el caballero dorado de Leo, ya que Asgard pues era un lugar gélido, apenas su armadura y su protección divina, lo mantenía con el calor necesario para moverse con libertad en aquel lugar, sin importar cuan frio estuviese.

Tras haber decidido, ir a practicar su combate cuerpo a cuerpo, aquel joven de cabellos castaños, haría lo de siempre tras despertarse, una rápida ducha, y luego se alisto para salir, se dirigió a toda velocidad hacia aquel bosque desde temprano, era alguien a quien en parte le agradaba estar solo, sobre todo cuando de practicar se trataba, así que sin más, cuando llego a cierto punto de aquel bosque, encontró un árbol con un tronco grueso, al parecer era de los arboles más antiguos del lugar, entonces, aquel castaño que vestía con la armadura dorada de leo, comenzó a tirar golpes normales contra aquella dura superficie del árbol.

No había dolor alguno, estaba acostumbrado a golpear cosas duras, tan acostumbrado que la emoción le gano y si bien golpeaba con la potencia suficiente para hacer temblar aquel árbol y obligarlo a tirar tanto la nieve como algunas hojas, Regulus continuaría golpeándole, tirando patadas, codazos, etc. Hasta que… pudo escuchar unos pasos pero sobre todo pudo notar como una tenue neblina comenzó a rodear el árbol donde él estaba, después de eso un escalofrió recorrió su cuerpo y erizo su piel con suavidad, aquel joven león dejo su pequeño entrenamiento en solitario para girarse a mirar el lugar de donde aquella niebla provenía, “¿Se trata acaso de algún dios guerrero intentando jugarme una broma?” Se preguntó a si mismo antes de comenzar a caminar, y nada temeroso se adentró en aquella suave neblina, fue poco el tiempo el que tardó en darse una sorpresa, al ver que entre aquella niebla caminaba nada más y nada menos que el caballero de Sagitario, la niebla no parecía tan espesa como para quedar ciego, por lo que aquel chico apenas visualizo a Dáskalos, sonrió ampliamente y le saludo usando su diestra, pero al notar que un líquido carmín caía por su mejilla, lo miro con algo de sorpresa…- ¿E-estas bien…Sagitario? –Pregunto algo confundido mirándolo, prácticamente se puso justo frente a él, para impedirle seguir con su andar, pues parecía algo perdido en sus pensamientos.

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