El día que tanto esperó la vida que me eligió[Priv. Atenea]

por **Len de Escorpio** Jue Ene 29, 2015 11:58 pm

Era la noche antes de partir. Acababa de regresar de mi fiesta, pero en la mañana antes de salir del castillo para divertirme hice algo que quería hacer por todos los medios que me fueran posibles. Ver a mi diosa Athena, así que pedí una reunión está noche si tenia tiempo. No estaba seguro si me la aceptarían de hecho, pero quería intentarlo Sobretodo con la posibilidad de no regresar con vida de la siguiente misión.

Ahora era un caballero dorado, había cumplido el sueño de mi mentor, pero no me sentiría satisfecho hasta que me presentara yo mismo. Hasta que yo, como caballero dorado, me presentará ante ella y jure lealtad en persona y sepa que aun si muero al menos ella, si es que no lo olvida, sabrá mi nombre. Después de todo el servirle es todo para lo que me estuve preparando por los últimos 12 años.

Crecí sin ego y ahora realmente tengo casi nada de ello. Sólo tengo está devoción por mi diosa. No me importa vivir y no me importa morir, sólo que no tengo una razón para esto ultimo. Una muy pequeña parte de mi guarda la esperanza de algun día vivir, de algun día ser necesario para alguien, pero eso es como un pañuelo desechable comparado a la idea de servir a mi diosa.

Esperé ante las puertas a la sala del trono esperando mi turno con un poco de nerviosismo. Es un momento muy especial así que estoy presentable vistiendo mi armadura bien pulida, mi cabello está tan limpio y arreglado como es posible al igual que mi cuerpo está limpio, ligeramente perfumado. Apenas me dijeron que la vería me fui a preparar a toda velocidad. Tenia memorizado las palabras que le diría pues prácticamente las he practicado todas las noches desde que llegue al castillo.

-La diosa Atenea lo verá- Dice un guardia antes de abrir.

La puerta se abre de par en par y yo entro calentando luciendo mi mejor porte aunque con mi mirada vacía como si me recordara mi programación. Camine lentamente haciendo sonar mis casos hacia la sala del trono observando la magnificencia de mi diosa sentado en el trono queriendo grabar con fuego esa imagen en mis pupilar. Finalmente llegue frente a ella y me incline bajando la mirada.

-Buenas noches mi diosa Atenea. Os ruego perdone mi atrevimiento a pedirle una audiencia en un día como esté, pero prometo que está es una de las pocas veces, si no es que la única vez, que gastaré su tiempo de este modo. Pero aunque para usted esto pueda resultar banal, para mi esta audiencia lo es todo en mi vida y le estaré eternamente agradecido por estos minutos de su tiempo- Dije respetuosamente antes de alzar la cabeza para ver a mis ojos a mi diosa a pesar de lo atrevido que es para mi.

-Soy Len Denere, santo caballero dorado de la constelación de escorpio. No tengo mucho que pueda llamar mio, ni siquiera mi alma o mi vida. Todo eso es suyo mi diosa para hacer lo que usted quiera disponer. Nací en Francia, crecí sin madre y sin el amor de mi padre hasta que llegue a las manos de un antiguo caballero de su orden, el señor Maximus Lemonis quien me entreno por siete años para servirle esperando que algun día puede presentarme ante usted como hoy, portando una armadura dorada, y le pueda hacer este juramento, esperando que llegue a su corazón para que en este guarde el nombre de su humilde y leal servidor sabiendo que este hasta el final de mi vida fielmente le servirá- Digo antes de bajar la cabeza

-Mi diosa Atenea, yo Len Denere, caballero de escorpio, le juro mi lealtad y esta nunca por nada se partirá. Seré su espada y contra sus enemigos pelearé, no importa el lugar, el tiempo o el porqué, fielmente su palabra seguiré y mi misión completaré. Seré su escudo y siempre la protegeré, no importa el poder del enemigo ni lo que él me pueda ofrecer, por usted todo ataque repeleré. Mi lealtad y honor está con usted y cualquier orden a mi mayor capacidad seguiré, pero si le llegase a fallar mi vida en sus manos estará, sólo basta una orden y enseguida esta por mi propia mano terminará. Hoy, mañana y hasta en mi ultimo suspiro yo fielmente la seguiré...- Dije tranquilamente terminando de recitar el juramento que escribí para este ocasión esperando sea de su agrado.