Solitario paisaje invernal || Priv. Saga

Asgard le provocaba un frío sentimiento, no únicamente por el suelo, manchado de nieve blanca, si bien era incapaz de entender el significado del mismo color. Solo lo sabía por su textura, por sus pasos profundar en aquél fenómeno meteorológico. Podía percibir las montañas y los árboles, en la misma situación que el suelo: manchados de blanco eternamente. Era casi de esperar que un sentimiento de soledad y tristeza le recorriera, pues aquél desértico paisaje empujaba a dichos sentimientos, aun cuando sus ojos eran incapaces de verlo y únicamente podía hacer una imagen mental de ello. Fue avanzando a paso lento, con la mirada puesta al frente aun cuando sus orbes estaban cerradas, sus hermosos ojos azul cielo tapados por sus párpados. El gélido viento hizo ondear su cabello y la capa que colgaba de sus hombros. Había preferido vestir su armadura en vez de tener que cargar con ella, le resultaba mucho más simple, además, la misma armadura hacía que el frío no le llegara tal y como a una persona normal lo haría, su cosmos quizás le irradiaba calor suficiente. —Hum... Este no es un agradable viento— Pronunció con suavidad y dulce voz mientras levantaba un poco su mirada al frente, como si pudiera ver a través de sus ojos cerrados.

Cesó sus pasos abrupta-mente y fijó esperó. El viento sopló con más fuerza, causando que unos mechones de su cabello se colaran por su rostro, los echó a un lado con el gesto de la mano y desvió su mirada a una roca que había a un lado del sendero, a finales del bosque y comienzos de una vasta zona privada de vegetación alguna. Dirigió sus pasos a esta y se sentó, cruzando ambas piernas. Para él habría sido fácil llegar hasta ese lugar mediante otros métodos que no comprendieran el caminar, pero no le desagradaba y hasta cierto punto, aunque fuera incapaz de ver con claridad aquello a su alrededor, era capaz de percibir con claridad todo y hasta cierto punto le causaba curiosidad poder sentir algo nuevo. Sabía que llegaba tarde, al igual que los demás caballeros dorados, pues hacía tiempo había percibido la inquietud de esa zona, el presagio que algo malo iba a pasar. Pero no fue suficiente su cavilación e, incapaz de meditar desvió su cabeza a su diestra, aun con sus ojos cerrados. ¿Una presencia se acercaba a él? ¿De quién sería? Aun así, permaneció calmado, con una ligera sonrisa en sus labios.

Un dia nevado, como lo eran todos en esta zona no era un clima desagradable y tal vez tendria sus ventajas sin embargo no era un lugar en el que a Saga le gustaria pasar sus dias por mucho mas tiempo.
Vistio la armadura dorada representante de la constelacion de los gemelos y se dispuso a salir del palacio Valhala, como lo hacia cada dia, salia a caminar en el intenso frio sin mas que su armadura y aunque para los dioses guerreros eso podria ser cosa de todos los dias, el geminiano lo usaba como entrenamiento para su cuerpo.

El recorrido del santo de oro lo llevo por algunas partes del gran reino nordico, el frio endurecia un tanto los musculos sin embargo eso no era nada para un santo de mas alto rango asi que continuaba su camino e cual lo conduciria a la entrada a las tierras nordicas. A cada paso sentia que el frio era menos intenso, parecia que las caminatas diarias por fin daban resultados, los cuales le deberian dar alguna ventaja en la invasion a Grecia que se avecinaba. Los pensamientos de Saga iban desde su ultima mision, asi como su estancia aqui y terminando en el que pasaria en el momento en que la verdadera guerra se desatara -Espero que Muerte lenta y Albafica logren algun avance significativo en el santuario- Si bien no le importaba el hecho de enfrentarse a los generales marinos, si le preocuba enfrentar a quienes como el, habian jurado en algun momento fidelidad a Athena.
Los pensamientos de Saga fueron interrumpido cuando una sensacion de tranquilidad lo inundo por completo, una tranquilidad acompañada de un cosmos que  le parecia de alguna manera familiar sin haberlo sentido antes. Saga acelero el paso hasta que lo diviso ahi, sentado en una roca con los ojos cerrados, en la famosa pocision de la flor de loto, no sabia quien era, sin embargo sus ropajes le delataban, se tratava del santo de virgo quien llegaba a tierras nordicas -Asi que tenemos un aliado mas con nostros...  bienvenido- Hablo Saga con un tono serio y aun un poco lejos del recien llegado, pero su voz era lo suficientemente gruesa como para oirse a esa distancia.

Por desgracia no fue capaz de ver al bello caballero de Geminis llegar a darle la bienvenida, en cambio, pudo sentir el cosmos del mismo, el poderoso cosmos del Santo de Geminis, aun así, su inquebrantable calma no cambió, su mirada seguía denotando tranquilidad y sus ojos cerrados eran como si realmente pudieran saber donde aquél caballero se encontraba. Abandonó su posición, volviendo a poner sus pies en la blanca nieve y fue avanzando pocos pasos hacia delante, en dirección al caballero. ¿Qué podía decir de Geminis? la constelación que representa a los gemelos, la diversidad, tan grande como el cielo y la tierra. Pero no era ese momento para divagar en su pesar, aquél hombre, aunque no supiera de su llegada había sido el primero en darle la bienvenida y aunque quiso demostrar cierta fraternidad sus pasos frenaron en seco, a varios metros de él. ¿Como podía estar seguro de su lealtad hacia Athena? Meras palabrerías no funcionarían con él, consternado por el dolor del mundo era incapaz de confiar abiertamente en alguien, pero esa situación era distinta. —Da gusto saber que otros caballeros fueron más rápidos que yo.— Respondió con sencillez, su propia afirmación se balanceaba entre la sinceridad y la ironía, solo matices.

Mi nombre es Asmita, caballero dorado de Virgo.— Se presentó, sin mover sus pasos, permaneciendo en el mismo lugar, en medio de la fría nieve, con su cabeza "observando" en dirección al contrario. Poco conocía de aquél país nórdico, solo aquellos rumores que había llegado a escuchar. Su intención no había cambiado, su fidelidad pertenecía únicamente a la diosa Athena y aun así... Presentía que algo horrible había sucedido, algo que en aquél año no había sido capaz de entender, siquiera él, el caballero de Virgo, había sido capaz de comprender. El viento gélido volvió a cruzar aquél desolado paisaje, pero eso no molestó a Asmita, aun cuando el frío, lentamente comenzaba a apoderarse de él, simplemente lo ignoró y esperó alguna palabra de su "compañero" caballero.

-Asi que Asmita no?- le respondio con frialdad - Mi nombre es Saga, santo dorado de geminis y como bien has dicho otros han llegado ya antes a este lugar- el santo se acerco un poco mas a Asmita hasta quedar frente a el notando la particularidad de que el santo de virgo, hasta este momento no habia abierto los ojos, sin embargo no se preocuparia por eso ya que era un santo de los mas fuertes y eso lo demostraba su armadura por lo tanto no se preocuparia por las particularidades de Asmita.
Al estar cerca de su nuevo camarada le miro y comenzo a hablar -espero que no te hayas enamorado de este lugar por que pronto lo dejaremos y antes de que conozcas a los demas debes conocer nuestra situacion.... Ahora que eres un santo sabes bien que nosotros servimos a la diosa griega Atenea sin embargo parece que algo raro paso, casi siempre los santos aparecen antes de que la reencarnacion de Atenea aparezca pero esta vez algo paso y Atenea ya habia nacido antes de que nosotros aparecieramos. Poseidon supo esto y ataco el santuario derrotando a los santos de bronce y plata, pero Atenea ofrecio serel trofeo de Poseidon a cambio de que este no matara mas santos ni personas, asi que los santos que estaban con Atenea ahora sirven a Poseidon y nosotros somos vistos como traidores. Pero hace unos dias fuimos a una aldea cerca del santuario ateniense y nos enteramos de algunas cosas asi que ahora sabemos que podemos atacar a Poseidon y recuperar el control del santuario... y me parece que es todo, asi que ahora deberiamos dirigirnos al palacio Valhala- Sin esperar respuesta el santo de geminis comenzo a andar para adentrarse en las tierras gelidas de Asgard

¿A qué necesitaba volver a afirmar su nombre? Su expresión una vez más no cambió ante la frialdad de Saga, más la desconfianza que estaba empezando a nacer en él principalmente por su ceguera no disminuiría con las frías palabras del santo de Geminis. En comparación con el otro Santo él no se movió, aun cuando sintió la presencia ajena acercarse. —Todo lo opuesto, me desagrada el viento de este lugar— Fue su sincera respuesta a las palabras ajenas. No le quedó más que prestar atención a la verdad que el Santo le estaba narrando. Lentamente, su calmado rostro se fue transformando, su sutil sonrisa se transformó en una recta línea y su mirada denotó preocupación. Bajo su perspectiva Poseidon se había comportado de una forma vil, como si estuviera asustado que en caso de que los Santos dorados renacieran y volvieran a proteger a su Diosa, él se vería en problemas. Pero no iría a causar gran drama por ese hecho, dado que seguramente muchos otros Dioses habrían hecho lo mismo. Aun así, esa era una irregularidad que no se había esperado, que le sorprendió e hizo pensar en la motivación por la cual las cosas, en aquella vida, se habían llevado a cabo de aquella forma. —Entiendo.— Fue su simple respuesta.

En cuanto sintió al otro alejarse entendió que era su deber seguirlo, por ello no dudó ni tardó por empezar a caminar, a unos pasos por detrás de Saga, a su propio ritmo, como bien era usual en él. Hizo caso omiso, o al menos, lo intentó, intentó dejar de prestar atención a los sentimientos que aquellas tierras nórdicas le provocaban, aquél terror que confundía al mundo, aquél cambio drástico de la historia. —¿Algunas cosas?— Repitió las palabras del Santo de Oro, dirigiendo su cabeza a él. —Saga ¿Cuántos Caballeros Dorados llegaron a Asgard hasta ahora?— Preguntó, con un usual tono de voz calmado, quizás levemente más serio de lo anterior. No temía dar su vida por Athena, él era un caballero dorado, era su deber, su destino, pero no quería la muerte innecesaria de más personas. Los caballeros debían seguir vivos, para proteger a su Diosa, para demostrar que su espíritu seguía vinculado a ella y que jamás la traicionarían. Doce eran los caballeros que custodiaban las casas del zodiaco, doce eran los fieles protectores, guardianes, caballeros de Athena.

El santo escucho las preguntas y sin detener el paso, el cual era lento, contesto la pregunta -Contigo somos siete, Muerte lenta de Cancer y Albafica de Piscis quienes ahora se encuentran en el santuario ateniense buscando aliados. Los santos de tauro y leo se encuentran fuera de momento y Shion de Aries y yo nos encontramos ayudando a los dioses guerreros a cuidar de este lugar por si algo saliese mal.- El santo continuaba con su camino mientras el viento soplaba haciendo danzar los cabellos azules del geminiano en una danza al ritmo que Eolos dictaba a placer, puesto que este no portaba su casco ya que solo lo usaba cuando peleaba.
-En cuanto a lo que sabemos, hace tal vez una semana atras el dios guerrero de mizar y yo fuimos a los alrededores como bien te lo dije, ahi encontramos a quien se supone fue el santo dorado de escorpion hace 100 años y nos dijo que poseidon y varios de sus marino abandonan el santuario ateniense para ir al templo marino y dejan a solo un par de marinos cuidando del santuario, asi que los santos de piscis y cancer estan en el santuario buscando a nuestros antiguos compañeros de plata y bronce para pedirles su apoyo- Continuaban caminando, ahora se encontraban al final de la cascada congelada, habia pasado unbuen tramo desde que Saga habia comenzado a hablar. El frio comenzaba a empeorar, el viento ahora arrastraba copos de nieve lo cual dificultaba un poco la vision y hacia el camino mas dificil -Bien, ahora que sabes como son las cosas por aqui cuentame, que clase de santo eres tu? de donde vienes? por que es claro que no eres de por aqui- a pesar de la duda de Saga la pregunta sono bastante fria, como si la hiciera solo por mantener una charla con su compañero.

Que le respondiera hasta cierto punto le sorprendió, no de la misma forma que por saber aquello que los Santos dorados tenían planeado, sino que esa fue una sorpresa más grande, menos esperada o quizás no. Siete de los doce se habían reunido, así que aun faltaban cinco, de los cuales, idea alguna tenía. —¿No es tonto de tú parte confiar tan abiertamente en mi? Podría ser un traidor que prefiere ayudar a Poseidon y traicionar a la Diosa Athena, después de todo ella decidió cambiar el curso de los hechos.— Ensanchó sutilmente su sonrisa, al fin y al cabo Saga de Geminis le estaba revelando todos los planes de los Santos de Oro, pero si ahora él decidía traicionarles, no sería algo nuevo, pues atrás en el tiempo, siempre hubo algún santo que pensó que salvar la tierra no significaba nada. Desvió su mirada al frente, observando la oscuridad que había en su campo de visión inexistente. Él mismo podía estar más propenso a caer del lado malvado, pues no creía que el mundo necesitaba tanto sufrimiento como el que estaba pasando. La Diosa Athena podía ser una tonta Diosa, renacida cuando sus Caballeros Dorados no, se había metido en problemas por pura voluntad.Él no pensaba que el mundo se pudiera cambiar, así que quizás era no salvarlo y simplemente destruirle, crear uno nuevo sobre firmes basas. Su mano se levantó hacia su mejilla en cuanto sintió un copo de nieve en esta.

Si bien el viento y la nieve que comenzaba a complicarles el paso, él no tenía problemas en cuanto a la visión, después de todo la suya seguía siendo la misma, por ello, avanzó sin complicaciones al frente, a la par que su capa y dorados cabellos ondeaban al compás del viento. Ladeó su cabeza en dirección a Saga en cuanto él le pregunto aquellas cosas. Sí, quizás habría hecho mejor en preguntarle antes de revelar toda la verdad, aun así, su sonrisa se suavizó, —Soy Asmita de Virgo, nada más y nada menos. Nací y crecí en la India, allí todos renden culto a Buda, así que el clima al cual estoy acostumbrado es bastante diferente a este y no solo eso.... Pero tú no me dijiste nada de ti, Saga.— ¿Por qué mentir? No causaría más que desconfianza, aun más de la que ya existía en el mundo, por ello habló con sinceridad, calma. Aun así, su cabeza giró en dirección a la supuesta cascada congelada. Que gran poder ese frío de Asgard, capaz de congelar incluso el poderoso flujo de la cascada al caer. Por un momento sintió la curiosidad por saber quién era aquella Diosa que tan despreocupada-mente había decidido ponerse en peligro. ¿Por qué las cosas habían cambiado en ese tiempo? No estaba seguro de ello, no podía encontrar la verdad en todo eso.

Off: perdón si queda corto o mal, estoy respondiendo desde una tablet D:
-cambiar el curso de las cosas, no se a que te refieres con eso, hasta donde sabemos fuimos nosotros quienes despertamos tarde y fue Poseidon quien se aprovecho de eso, sin embargo si fue Athena quien cedió el templo y los soldados pero según Shiroe, el antiguo santo de escorpión, lo hizo a cambio de que Poseído no reclamara ni una alma mas en esa guerra- Saga continuo caminando protegiendo su rostro con el brazo mientras su larga cabellera azulasea ondeaba al ritmo del viento que poco a poco parecía estar convirtiéndose en una tormenta.
-sobre mi no hay mucho que decir, nací en grecia y tengo un hermano gemelo que podría estar muerto y no hace mucho que obtuve la armadura de géminis- el santo tenia que elevar un poco la voz para que fuera audible para su compañero quien estaba tras de el.

{Off: No te preocupes, sé cuan horrible es}

Athena habría podido renacer en el cuerpo de una niña, habría podido esperar que nosotros Santos Dorados aparecieramos antes de bajar a la tierra.— Mirándolo de esa forma, todo lo que había pasado era por voluntad de la Diosa Athena, a quién aun sin conocer había prometido, había jurado salvar y proteger. Una Diosa podía hacer aquello que ansiara, podía nacer en una rica familia carente de dolor y sufrimiento, cosa según él, más lógica y normal. ¿Quién quería sufrir? ¿Quién realmente se sentía a gusto con esa oscuridad que estaba carcomiendo el mundo? Levantó un poco su cabeza en dirección al Santo de Geminis, podía sentir la nieve deslizarse debajo de sus pasos, cubiertos solo instantes después por la fuerte nieve que estaba empezando a caer, debía ser el clima más usual en ese lar, los demás debían de estar ya acostumbrados a ello y él, si no fuera por su armadura y por su cosmos, brillando con cálida luz, entonces quizás ya habría sucumbido al frío.

Cuando el viento empezó a ser aun más fuerte, no se preocupó por utilizar sus brazos como escudo, dejó que su capa y cabello ondearan frenéticamente al compás del viento y siguió adelante, aunque con más lentitud que la anterior, principalmente por culpa del ostentoso viento. —Un hermano gemelo. Que ironía.— Esbozó una sonrisa, levantando un poco más su voz para que le escuchara. Pronto su curiosidad pasó al extremo derecho de ellos, donde, aunque sin ver, podía sentir que unos grandes picos de piedra se comenzaban a levantar. —Imagino que este tiempo sea normal— Pronunció, intentando hasta cierto punto hacerse escuchar por el otro caballero que ante él seguía caminando. Su ceño se frunció levemente, cuanto más se acercaba al palacio, más los oscuros sentimientos del mismo se hacían presentes en él. Inevitable.

Saga usaba la mano para taparse el rostro de la tormenta mientras oia al santo de virgo -Por lo que he oido es casi un decreto que todo santo de geminis debe tener un gemelo maligno- continuo unos metros mas pensando en lo que habia dicho Asmita -Sabes, no se si sea culpa de Athena o no, eso sera una cosa ella nos dira en su momento, pero nuestro deber como santos atenienses es defender ese santuario que ahora esta en control de Poseidon- A pesar del contenido de las palabras de Saga este no sonaba molesto, es mas si recitara de memoria un texto que estaba obligado a aprenderse. El camino continuaba y cada paso se acercaban mas al palacio Valhala el cual era su destino pero por ahora estaban mas cerca del bosque de Asgard, aunque en la mayo parte del lugar habian arboles, solo esta parte podia ser considerada un bosque como tal. La tormenta parecia que ya habia pasado su maximo, o tal vez eran los arboles que se erguian delante de ellos los que amortiguaban la ventisca -tengo una duda- menciono el santo despues de unos tantos minutos de silencio -Siento que debo preguntarte, por que un hombre que reconoce a otro ser como su deidad sirve a una diosa como Atenea?- Le intrigaba saber  lo que pasaba por la cabeza del chico, ya estaba a mitad de las tierras nordicas, el lugar perfecto para desatar a un traidor asi no tendria a donde huir.

Los árboles que se abrían paso a su alrededor no le pasaron desapercibidos, como tampoco las palabras pronunciadas por aquél santo de Geminis delante de él. ¿Debería confiar plenamente en Athena? No era ese tipo de persona, no podía simplemente aceptar algo sin estar del todo consciente y seguro que era la elección correcta, él, a diferencia de muchos no podía mirar a los ojos de una persona y distinguir si brillaban en verdad o mentira. Prefirió no poner argumento acerca de ello, nada se ganaría aun, despertando el odio de sus compañeros, aun cuando, aquél futuro quizás no resultara tan lejos de la realidad. Consideraba tonta a aquella diosa, ponerse en peligro por el bien ajeno cuando el deber de ellos Santos Dorados eran protegerla. Su cabeza se balanceó a un lado, causando que doradas hebras cayeran por sus mejillas, aquél bosque estaba privado de animales que conocía de la infancia, era normal, tampoco se sorprendió por ello, seguramente aquél gélido clima no era el más adecuado para ellos.

Una vez más dirigió su cabeza en dirección a Saga y sin poder evitarlo, la sonrisa se ensanchó en sus labios ¿Desconfianza? Era normal, él también la sentía, más que cualquiera, aun cuando lo mantuviera escondido, aun cuando se mantuviera callado. Levantó sus manos y sacó el casco de la armadura, sujetándolo debajo del brazo, luego, siguió avanzando con calma. —Por qué... Es lo mismo que preguntar a una flor por qué floreció en primavera— Pronunció, más sus suaves palabras eran lejos de parecer un reprocho, simplemente una mera frase dejada escapar que al tema estaba ligada. —Nací y fui dirigido hacia ese camino, aun así, confío en que Athena pueda tener la verdad que estoy buscando, di mi palabra que la protegería y eso haré sin importar mis creencias— Solo sería sincero en esa ocasión, porque era el principio, no le interesaba que pensaban de ellos, ni qué sus palabras pudieran significar a oídos ajenos, él seguiría adelante en busca de aquello que ansiaba, respuestas a sus preguntas, respuestas que, siquiera Buda parecía haber sido capaz de darle. —Tú devoción a Athena es tanta que matarías a un traidor ¿Cierto?— Quería asegurarse de ello, nada más, pero su mera palabra ya sabía que no le bastaría. Las personas estaban tentadas a mentir, él mismo no era una excepción.

-Asi que lo que buscas es la verdad no? Sin embargo no creo que puedas encontrar la verdad en un ser en el que nisiquiera confias- Poco a poco se adentraban en el sendero del bosque, era un lugar bastante asombroso, la nieve no era tanta como en el resto de Asgard ya que la nieve impedia su caida en el suelo lo cual hacia que pareciera que se estaba fuera de aquel lugar.
-Te mataria? eso depende de muchas cosas, pero no te puedo asegurar que sea por Athena, lo hare si te interpones en mi camino, asi que de momento no me molesta si le eres fiel a Athena o no, cuando llegue el momento indicado si no estas de mi lado ten por seguro que te matare. Pero por ahora somos solo dos santos dorados con una mision- Las palabras habian sonado tan frias como agresivas, muestra de la manera de pensar de Saga, quien estaba ahi no por Athena, si no por el.
 El santo de geminis continuo con un caminar pausado por el sendero del bosque el cual conducia al palacio del Valhala, a medida que se acercaban a la salida del bosque, la ventisca aumentaba ligeramente mostrando que regresanabn a aquel clima agreste.

Hay muchos tipos de verdades, al igual que desconfianzas.— Fue su principal respuesta a la par que seguía avanzando en todo momento, sin dudarlo, con aquella calma casi aterradora que le envolvía, misteriosa hasta cierto punto. —¿Como puedes creer sin dudar ni un instante de alguien con la tristeza que hay en el mundo?— Su voz se suavizó, se convirtió en casi un susurro, su intención, mejor dicho, le daba igual si Saga escuchaba su comentario o simplemente sería llevado atrás con el viento. Nada cambió, la oscuridad siguió presente en él, nada más que una eterna oscuridad que no podía ser cambiada, nunca sería igual que las demás personas, siempre sería diferente incluso que los demás ciegos, porque él, aunque no veía las cosas tal cual, si podía sentir, los árboles a su alrededor, el paisaje circunstante, el dolor que en el mundo se propagaba sin cesar. Siguió avanzando, volviendo a sentir la fría briza que con violencia arrojaba los copos de nieve y a su vez, aquellas gélidas palabras pronunciadas por el Santo de Geminis.

¿Por qué tanta frialdad y agresividad? Eso poco le importaba y, como dicho por él anteriormente, Asmita si bien dudaba, servía a la Diosa Athena y estaba dispuesto a dar su vida por ella, aunque dudara, pero, hasta cierto punto quizás era plausible. Por breves segundos, su tranquilidad pasó a seriedad, que solo duró momentos, escasos momentos. —No moriré por manos de un Santo Dorado que traicione a Athena, como dije, le serviré aun cuando dude de su verdad. En cambio, no es escusa matar a aquél que no comparta tus ideales, no encontrarás en el mundo una persona que piense como tú, aunque parecidos, nunca iguales.— Sus palabras en cambio, sonaron extremadamente calmadas y tranquilas, como si, en el fondo, nada de aquello pronunciado por el contrario le estuviera afectando. ¿Por qué no deshacerse de un posible traidor? Porque aun no había hecho nada, muchos mantenían bullendo sus ideas y a la hora de dejarlas escapar simplemente las callaban y seguían adelante sin cambiar. Era un ciclo que no se podía romper. Puso sentir, como iban avanzando, el acercarse cada vez más al palacio de Valhala, sin poder evitarlo, comenzó a sentir curiosidad por él, por lo que allí le esperara. Tan solo un poco.

-Quien dice que sere yo quien traicione a Athena? A simple vista es mas facil que tu seas un traidor a que yo lo sea, sin embargo olvidemonos de ese tema- al parecer Saga no habia escuchado las palabras o habia decidido no contestar.
La brisa aumento bastante mas, lo que indicaba que ya habian salido del bosque y ahora se encaminaban a su destino, el palacia valhala el cual ya podia distinguirse muy a lo lejos.
-Note que desde que te vi hasta ahora has mantenido los ojos cerrados, asi que quiero suponer que eres ciego, y por tu forma tan natural de caminar, tal vez lo eres de nacimiento o posees una habilidad que te permite sustituir tu vision. Dejame decirte que hasta el momento eres el unico santo al que podria considerar un rival, tienes habilidades de llamar la atencion, es una lastima que hayamos sido compañeros- Torcio la comisura de sus labios formando una media sonrisa en el rostro del hasta ahora serio santo -Estamos a punto de llegar al templo- dijo regresando a la frialdad acostumbrada en esta charla mientras levantaba el antebrazo derecho para protegerse de la nieve que acompañada del aire dificultaban la vista y el andar, y de no ser por su cosmos ya lo hubiera matado de hipotermia.

Las apariencias a veces engañan— Pronunció con una sutil sonrisa, ignorando los copos de nieve que se mezclaban con sus cabellos, que se derretían por su cálido cosmos y se transformaban en agua, deslizándose así por sus dorados cabellos. Al menos, eso era lo que sucedería si fueran solo unos pocos copos, pero tampoco era como si prestara demasiada atención a lo que su apariencia física sufría. Sus labios se entreabrieron y su rostro se levantó un poco, fijando así su atención en aquél que ante los ojos de cualquier persona sería el palacio Valhala, solo que, para él no era más que una sensación, una presencia, el cosmos que brillaba encima del mismo. Allí era el lugar protegido por Odin, donde el cosmos de muchos otros caballeros brillaban, una ciudad, que por muy hermosa aun tenía rastros de tristeza, como normal en todos lados era ya para él. Sonrió de lado, demasiado complicado distinguir que significaba aquél gesto de parte del dorado Caballero de Athena.

Su curiosidad y atención volvió a centrarse en el Caballero de Geminis y sus palabras. Sonrió una vez más. —Es cierto. Soy ciego de nacimiento, pero eso no es problema. Gracias a eso soy capaz de percibir más cosas que la gente normal.— Pronunció, como si realmente aquél hecho no fuera algo por el cual atristarse, pero era hasta cierto punto lógico. Nunca había visto la luz, en su mundo solo existía la oscuridad, no podía echar de menos algo que jamás comprendió. —No se como te ves, pero sí se como estás.— Su sonrisa se ensanchó, ligeramente. ¿Compañeros? ¿Enemigos? Era realmente interesante aquél tipo, causando que Asmita ensanchara aun más su sonrisa, casi con maldad, pero solo fingida, un mero juego. —Realmente no sabría si eso es algo bueno o malo. Pero tú también debes ser un adversario temible.— Rió con suavidad, en silencio. Pronunciando con solemnidad aquellas palabras acerca del contrario. —El futuro es incierto, Saga. Nunca uno sabe que le puede esperar el mañana.— No tenía inconveniente con luchar contra aquellos que lo desearan, aunque no era el tipo de persona que lucharía sin un motivo, aunque también era fácil que por algún capricho se deshiciera de aquellos que estuvieran en su camino. —El castillo Valhala... ¿No habrán espías de Poseidón por los alrededores?— Preguntó al cabo de pocos minutos, levantando un poco su cabeza.