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Solamente hay que aparecer para lograr un cambio. Otras veces, hay que lograr un cambio para aparecer. (España-Madrid/ Mision)
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Solamente hay que aparecer para lograr un cambio. Otras veces, hay que lograr un cambio para aparecer. (España-Madrid/ Mision)
La melodía era inconfundible y los arboles que rebosantes contra viento acompañaban las lechuzas e orugas que en algún nido aguardaban asustadas, silenciosas del paso firme, de ellas poco se comentaba, como de la media luna que hoy se posaba entre la dulce madrugada. Su boca saboreaba del reseco momento, y sus ojos esmeralda claro proseguían con aquel camino tan incierto como el juego. Él era alto, y era fornido, o al menos eso se podía ver entre los trapos que mantenían el misterio de su nombre.
Porqué él había venido de tierras muy lejanas, y jamás se había quedado el suficiente tiempo en alguna que no obedeciese a su diosa. Él era terco en eso, y en cierta forma se debe a la enseñanza que le ha dado el tiempo. Y sin más, tras percatarse que en medio de su camino había un puerto y un barco, les advirtió osado con aquel tono que calmaría hasta al toro más loco una predicción que susurraba en la amenaza: ¿alguno de ustedes sabe que es dolor?
-¿Qué es dolor?- contesto incrédula la primera voz, la cual pertenecía a la de un pescador de un pequeño grupo de cinco que había vuelto en su barco con una buena carga y por mera coincidencia se había cruzado con el camino de un misterioso hedor, y el de aquel hombre que estúpido daba una pregunta irracional en el puerto que casi nadie visitaba hoy. Los pescadores al poco tiempo le clasificaron como timador, ladrón e incluso algo peor. La situación rápidamente se volvió inquietante para los navegantes que tuvieron la desdicha de toparse con lo sospechoso tras un viaje tan agotador, lo único que deseaban era volver a casa y visitar a sus esposas o padres. ¿y quien no?
Lamentablemente ellos tomaron la advertencia como algo más que un aviso, se sintieron insultados, atacados. Creyeron que "yo. Quien jamás les vio; amenazo" y por ese ego no me arrepiento el no haber movido ni un solo dedo cuando aquel lomo gigante desplomo su barco con pesca admirable...
Sin sorpresa alguna, y percatándome de que todos los pescadores siguieran vivos, incluso admito en un tono sombrío: "Ustedes son necios, aun así están vivos. Corran." Y esta vez no dudaron de mi palabra, ni de mis nobles razones para mantener el silencio. De lo que si dudaron fue de aquel gran ojo con fruncido ceño.
"¿Cuánto mides, 5 metros? no. Tal vez 7, si. 7."
Fue lo que me dije a mi mismo, y lo que no hubiera escuchado ni aunque le hubiese gritado a aquel que se encontraba demasiado ocupado como para prestarle atención a algo que le media lo mismo que para mi un diminuto cachorrito. Era lo razonable, y gracias a eso los pescadores pudieron salvarse mientras que aquel trataba de levantarse. La otra voz se acercaba, mis oídos lo captaban. Al parecer el ciclope que estaba a mi vista tenia que desquitarse de aquel otro que le había arrojado hasta orillas del mar, lo que no me imaginaria es su parentesco o las razones de su lucha. Tampoco es como si algo de eso me importara mis motivos eran la justicia en nombre de mi señora, aunque debo admitir que me alarme cuando apareció y de un salto que dio todo el puerto se desmorono. Tabla por tabla, hasta quedar prácticamente nada. Y yo mirando aquellos pilares fantasmas, abandonados por la desgracia, perdí la calma por como aquel se encontraba riendo a carcajadas y con un dedo apuntaba, exclamaba como también sollozaba: "Ja! Ja! Ja! Hermano! ¿Ya te rindes o aun no comprendes que jamás me vencerás? ¿Qué te parece si mejor nos vamos a divertir? ya tuvimos nuestro pequeño juego, quiero comer, acá ya hay muy pocos humanos."
Me quede sin palabra alguna, aquel caos y horror parecía haber sido provocado por no más que un juego familiar. Lo cual se confirmo cuando sonriente el primer ciclope acepto levantarse con la mano de su vencedor, su hermano. Para el caballero santo no era una bonita escena, ahí comprendió más bien que era necesario un castigo para los dos. Era necesaria una reprimenda que nadie olvidara, un dolor atroz que marcara lo justo por sus actos, y así tal vez mandar un mensaje que pudiera hacer reflexionar a todo aquel que amenace la humanidad.
"Ustedes... han matado panaderos, niños, abuelos, destruido sus hogares y refugios, hecho un infierno aquello que alguna vez pudo llamarse hogar en esta pequeña ciudad. Corran, y luego les matare en nombre de la diosa amorosa. Pidan perdón, y su final será rápido. Ríanse y la furia de Athena caerá sobre sus almas. Seré franco, ya no me importa que hagan. Mi misión esclara."
Iba a decir solo una palabra más, una oración digna del aviso a guerra. Pero ellos jamás me vieron como algo más que un estorbo, y con aquella palma de gran tamaño me vi sorprendido, desprevenido, por aquel simple golpe que con fuerza mandaría de mi hasta donde pudiese verse en el horizonte. No más, no menos. Me enoje, también fruncí el ceño. Entonces me levante de la tierra y me deshice de aquel trapo tan dañado que tenia de vestimenta,
"… Ya veo. Ese ojo. Ustedes siempre verán más, infelices. Ególatras. Espero sus cuerpos puedan seguir, o sus ojos avisarles de lo que ni en el futuro, presente, o pasado logro verse."
Nadie se asombro cuando la reluciente armadura de oro apareció, el cordero, aquel de famosos cuernos descansando en sus hombros. Como la esperanza de todo aquel que ahí viviese, típico de la primera casa. De aquel que con luz; atacaba. Pero no se engañen, nadie se sorprendió principalmente porqué nadie estaba ahí. Nadie podría presenciarlo, nadie podía sorprenderse y mucho menos ser otro estorbo. Todos los civiles habían evacuado la zona, o al menos así juraba el santo dorado. Quien en este día no cargaba orgullo, ni sed de sangre. Solo la palabra de su señora, y la justicia. Nadie en este día tomaría vidas, sin luego pagar vidas. O los recuerdos de quienes no olvidarían este día, y hoy ese juez trataría de ser quien vestía con los cuernos apacibles de un líder.
Camine con calma hasta los ciclopes, quienes se golpeaban el uno al otro sabiendo el futuro. Sabiendo como perdieron antes de hacerlo, sabiendo cuando se descuidaron, o ganaron. Yo en cualquier sentido había perdido, al menos ante un ataque directo. Ante la sorpresa, solo me quedaba ser demasiado para sus actos. Yo en ese momento jure no descuidarme, y apenas vi como uno de los dos ciclopes intento atacarme salte antes de que bien pudiera acertar, esquive el otro que el ciclope sabia bien tendría que usar y sin más empecé a correr hasta llegar al hombro derecho. Más su hermano, el triunfador de hace un rato, estaba alterado. Había visto demasiado. E imprudente, nervioso, entre sus mejores esfuerzos golpeo con toda su fuerza el hombro de su hermano intentando matarme. ¿Que fue lo que vio? ¿Que haría que un ciclope le diera importancia a un humano? ¿Qué?
Yo estaba instintivamente reaccionando a todos sus actos, apenas pensaba. Solo salte al ver aquel gran puño, lo esquive, ya que la velocidad entre ellos y yo no era de compararse. Al igual que la fuerza que podría aplastarme.
Antes de darme cuenta ya lo había entendido todo. Tenia en claro el porqué nuestro ciclope se había alarmado tanto. Luego de saltar, yo había caído en su cara y el se encontraba inmovilizado por su anterior acto. Y lo que hice con él, aquel brazo que al aire mostré para luego con fuerza adentrar. Lo hubiera hecho con su hermano. Mi brazo traspasaba su cornea, mi armadura se tintaba con aquellas aguas que se derramaban. Sin pensármelo dos veces le arranque el ojo mientras que su hermano gritaba de dolor quejándose por su dislocado hombro. El tonto no se había dado cuenta, y el silencio por un segundo se volvió monstruoso.
>Su gran y pesado cuerpo no tardo nada en desplomarse, caer en el agua, sumergirse. Yo me mantuve firme en una de las pocas columnas que quedaban del puerto,
suspire, y mire al que seguía en pie para decir lo que nunca pensé en bestias.
"Tenias un buen hermano, lastima, Morirá desangrado. Pocos sacrifican su propio ojo, y el hombro de ese mismo hermano al que intentas salvar. Para asegurarse de que en verdad lo lograrás."
Aquel ciclope quedo boquiabierto, impregnado por el espíritu de la cólera mientras que su mente solo creaba silencio en su cuerpo por un efímero tiempo. El silencio que significaba un hombre lleno de rabia y poca razón, pero con ayuda de aquella caprichosa dama Jonathan juraba tenia la guerra asegurada.
"Tú... ¡¡¡MALDITO DESGRACIADO!!!" fue lo único que el ciclope dijo, fue razonable, al igual que cuando mando un puñetazo con toda su rabia para aplastar al Caballero de Aries. Aun así, con toda la cólera la situación no cambiaba. Jonathan salto hacia él. Por una mera fracción de segundo no solo esquivo la mano, se balanceo en el dedo índice y logro equilibrarse. Empezó a correr por su mano, su brazo, esquivando su otra extremidad hasta llegar al momento en que saltaría al hombro.
"NI CREAS MAL NACIDO HASTA AQUÌ LLEGASTE!!!" exclamo el ciclope con todas sus fuerzas, abriendo la boca de sobremanera. Él sabia que yo iba a hacer todo esto. Fue fácil para él verlo, trato de comerme. Yo al pisar su diente salte.
…
Estaba en su boca, luego en su garganta. Ahí empecé a sujetar la lengua y contraerla en dirección contraria, hasta lograr arrancarla. Pues en realidad me había metido en él para darle un castigo peor que al de su hermano. No, no lo había pensado. Mi plan era arrancarle su ojo como al otro. Y luego fue tratar de buscar una salida de la situación que parecía mi muerte, por suerte recordé la historia de hércules. Y cuando todo acabo, salí de donde alguna vez una madre le dio alimento por el cordón umbilical. Lleno de saliva, sangre, maloliente de jugos estomacales. Trate de quitarme todo eso del cabello con el típico movimiento, lo mismo con las manos, fue inútil. El lado bueno era que todo había acabado. El segundo ciclope había muerto por mi mano.
"No siempre haber visto algo significa haber ganado, te lo digo yo. Quien alguna vez porto a hércules. Pero tranquilo, Aries dice que en el otro mundo encontraras un digno descanso. Después de todo, ahora tendrás que forzarte a sentir el octavo sentido. Suerte."
Entonces me moleste en ver el horizonte, me disguste por el caos. No volví a intentar algo tan tonto como eso. Escuche un llanto, y sonriente me dije a mismo algo: "Al menos hay una vida, hoy es un buen día." para así dirigirme hasta el lugar, sonriente, buscando al niño o bebe que trataría de buscarle sus padres. O en el peor caso, llevarle hasta la escuela de postulantes a caballero. Ahì es tierra del inicio, de la esperanza, de Athena.
Porqué él había venido de tierras muy lejanas, y jamás se había quedado el suficiente tiempo en alguna que no obedeciese a su diosa. Él era terco en eso, y en cierta forma se debe a la enseñanza que le ha dado el tiempo. Y sin más, tras percatarse que en medio de su camino había un puerto y un barco, les advirtió osado con aquel tono que calmaría hasta al toro más loco una predicción que susurraba en la amenaza: ¿alguno de ustedes sabe que es dolor?
-¿Qué es dolor?- contesto incrédula la primera voz, la cual pertenecía a la de un pescador de un pequeño grupo de cinco que había vuelto en su barco con una buena carga y por mera coincidencia se había cruzado con el camino de un misterioso hedor, y el de aquel hombre que estúpido daba una pregunta irracional en el puerto que casi nadie visitaba hoy. Los pescadores al poco tiempo le clasificaron como timador, ladrón e incluso algo peor. La situación rápidamente se volvió inquietante para los navegantes que tuvieron la desdicha de toparse con lo sospechoso tras un viaje tan agotador, lo único que deseaban era volver a casa y visitar a sus esposas o padres. ¿y quien no?
Lamentablemente ellos tomaron la advertencia como algo más que un aviso, se sintieron insultados, atacados. Creyeron que "yo. Quien jamás les vio; amenazo" y por ese ego no me arrepiento el no haber movido ni un solo dedo cuando aquel lomo gigante desplomo su barco con pesca admirable...
Sin sorpresa alguna, y percatándome de que todos los pescadores siguieran vivos, incluso admito en un tono sombrío: "Ustedes son necios, aun así están vivos. Corran." Y esta vez no dudaron de mi palabra, ni de mis nobles razones para mantener el silencio. De lo que si dudaron fue de aquel gran ojo con fruncido ceño.
"¿Cuánto mides, 5 metros? no. Tal vez 7, si. 7."
Fue lo que me dije a mi mismo, y lo que no hubiera escuchado ni aunque le hubiese gritado a aquel que se encontraba demasiado ocupado como para prestarle atención a algo que le media lo mismo que para mi un diminuto cachorrito. Era lo razonable, y gracias a eso los pescadores pudieron salvarse mientras que aquel trataba de levantarse. La otra voz se acercaba, mis oídos lo captaban. Al parecer el ciclope que estaba a mi vista tenia que desquitarse de aquel otro que le había arrojado hasta orillas del mar, lo que no me imaginaria es su parentesco o las razones de su lucha. Tampoco es como si algo de eso me importara mis motivos eran la justicia en nombre de mi señora, aunque debo admitir que me alarme cuando apareció y de un salto que dio todo el puerto se desmorono. Tabla por tabla, hasta quedar prácticamente nada. Y yo mirando aquellos pilares fantasmas, abandonados por la desgracia, perdí la calma por como aquel se encontraba riendo a carcajadas y con un dedo apuntaba, exclamaba como también sollozaba: "Ja! Ja! Ja! Hermano! ¿Ya te rindes o aun no comprendes que jamás me vencerás? ¿Qué te parece si mejor nos vamos a divertir? ya tuvimos nuestro pequeño juego, quiero comer, acá ya hay muy pocos humanos."
Me quede sin palabra alguna, aquel caos y horror parecía haber sido provocado por no más que un juego familiar. Lo cual se confirmo cuando sonriente el primer ciclope acepto levantarse con la mano de su vencedor, su hermano. Para el caballero santo no era una bonita escena, ahí comprendió más bien que era necesario un castigo para los dos. Era necesaria una reprimenda que nadie olvidara, un dolor atroz que marcara lo justo por sus actos, y así tal vez mandar un mensaje que pudiera hacer reflexionar a todo aquel que amenace la humanidad.
"Ustedes... han matado panaderos, niños, abuelos, destruido sus hogares y refugios, hecho un infierno aquello que alguna vez pudo llamarse hogar en esta pequeña ciudad. Corran, y luego les matare en nombre de la diosa amorosa. Pidan perdón, y su final será rápido. Ríanse y la furia de Athena caerá sobre sus almas. Seré franco, ya no me importa que hagan. Mi misión es
Iba a decir solo una palabra más, una oración digna del aviso a guerra. Pero ellos jamás me vieron como algo más que un estorbo, y con aquella palma de gran tamaño me vi sorprendido, desprevenido, por aquel simple golpe que con fuerza mandaría de mi hasta donde pudiese verse en el horizonte. No más, no menos. Me enoje, también fruncí el ceño. Entonces me levante de la tierra y me deshice de aquel trapo tan dañado que tenia de vestimenta,
"… Ya veo. Ese ojo. Ustedes siempre verán más, infelices. Ególatras. Espero sus cuerpos puedan seguir, o sus ojos avisarles de lo que ni en el futuro, presente, o pasado logro verse."
Nadie se asombro cuando la reluciente armadura de oro apareció, el cordero, aquel de famosos cuernos descansando en sus hombros. Como la esperanza de todo aquel que ahí viviese, típico de la primera casa. De aquel que con luz; atacaba. Pero no se engañen, nadie se sorprendió principalmente porqué nadie estaba ahí. Nadie podría presenciarlo, nadie podía sorprenderse y mucho menos ser otro estorbo. Todos los civiles habían evacuado la zona, o al menos así juraba el santo dorado. Quien en este día no cargaba orgullo, ni sed de sangre. Solo la palabra de su señora, y la justicia. Nadie en este día tomaría vidas, sin luego pagar vidas. O los recuerdos de quienes no olvidarían este día, y hoy ese juez trataría de ser quien vestía con los cuernos apacibles de un líder.
Camine con calma hasta los ciclopes, quienes se golpeaban el uno al otro sabiendo el futuro. Sabiendo como perdieron antes de hacerlo, sabiendo cuando se descuidaron, o ganaron. Yo en cualquier sentido había perdido, al menos ante un ataque directo. Ante la sorpresa, solo me quedaba ser demasiado para sus actos. Yo en ese momento jure no descuidarme, y apenas vi como uno de los dos ciclopes intento atacarme salte antes de que bien pudiera acertar, esquive el otro que el ciclope sabia bien tendría que usar y sin más empecé a correr hasta llegar al hombro derecho. Más su hermano, el triunfador de hace un rato, estaba alterado. Había visto demasiado. E imprudente, nervioso, entre sus mejores esfuerzos golpeo con toda su fuerza el hombro de su hermano intentando matarme. ¿Que fue lo que vio? ¿Que haría que un ciclope le diera importancia a un humano? ¿Qué?
Yo estaba instintivamente reaccionando a todos sus actos, apenas pensaba. Solo salte al ver aquel gran puño, lo esquive, ya que la velocidad entre ellos y yo no era de compararse. Al igual que la fuerza que podría aplastarme.
Antes de darme cuenta ya lo había entendido todo. Tenia en claro el porqué nuestro ciclope se había alarmado tanto. Luego de saltar, yo había caído en su cara y el se encontraba inmovilizado por su anterior acto. Y lo que hice con él, aquel brazo que al aire mostré para luego con fuerza adentrar. Lo hubiera hecho con su hermano. Mi brazo traspasaba su cornea, mi armadura se tintaba con aquellas aguas que se derramaban. Sin pensármelo dos veces le arranque el ojo mientras que su hermano gritaba de dolor quejándose por su dislocado hombro. El tonto no se había dado cuenta, y el silencio por un segundo se volvió monstruoso.
>Su gran y pesado cuerpo no tardo nada en desplomarse, caer en el agua, sumergirse. Yo me mantuve firme en una de las pocas columnas que quedaban del puerto,
suspire, y mire al que seguía en pie para decir lo que nunca pensé en bestias.
"Tenias un buen hermano, lastima, Morirá desangrado. Pocos sacrifican su propio ojo, y el hombro de ese mismo hermano al que intentas salvar. Para asegurarse de que en verdad lo lograrás."
Aquel ciclope quedo boquiabierto, impregnado por el espíritu de la cólera mientras que su mente solo creaba silencio en su cuerpo por un efímero tiempo. El silencio que significaba un hombre lleno de rabia y poca razón, pero con ayuda de aquella caprichosa dama Jonathan juraba tenia la guerra asegurada.
"Tú... ¡¡¡MALDITO DESGRACIADO!!!" fue lo único que el ciclope dijo, fue razonable, al igual que cuando mando un puñetazo con toda su rabia para aplastar al Caballero de Aries. Aun así, con toda la cólera la situación no cambiaba. Jonathan salto hacia él. Por una mera fracción de segundo no solo esquivo la mano, se balanceo en el dedo índice y logro equilibrarse. Empezó a correr por su mano, su brazo, esquivando su otra extremidad hasta llegar al momento en que saltaría al hombro.
"NI CREAS MAL NACIDO HASTA AQUÌ LLEGASTE!!!" exclamo el ciclope con todas sus fuerzas, abriendo la boca de sobremanera. Él sabia que yo iba a hacer todo esto. Fue fácil para él verlo, trato de comerme. Yo al pisar su diente salte.
…
Estaba en su boca, luego en su garganta. Ahí empecé a sujetar la lengua y contraerla en dirección contraria, hasta lograr arrancarla. Pues en realidad me había metido en él para darle un castigo peor que al de su hermano. No, no lo había pensado. Mi plan era arrancarle su ojo como al otro. Y luego fue tratar de buscar una salida de la situación que parecía mi muerte, por suerte recordé la historia de hércules. Y cuando todo acabo, salí de donde alguna vez una madre le dio alimento por el cordón umbilical. Lleno de saliva, sangre, maloliente de jugos estomacales. Trate de quitarme todo eso del cabello con el típico movimiento, lo mismo con las manos, fue inútil. El lado bueno era que todo había acabado. El segundo ciclope había muerto por mi mano.
"No siempre haber visto algo significa haber ganado, te lo digo yo. Quien alguna vez porto a hércules. Pero tranquilo, Aries dice que en el otro mundo encontraras un digno descanso. Después de todo, ahora tendrás que forzarte a sentir el octavo sentido. Suerte."
Entonces me moleste en ver el horizonte, me disguste por el caos. No volví a intentar algo tan tonto como eso. Escuche un llanto, y sonriente me dije a mismo algo: "Al menos hay una vida, hoy es un buen día." para así dirigirme hasta el lugar, sonriente, buscando al niño o bebe que trataría de buscarle sus padres. O en el peor caso, llevarle hasta la escuela de postulantes a caballero. Ahì es tierra del inicio, de la esperanza, de Athena.
Jonathan de Aries- Santo de Oro
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Fecha de inscripción : 24/03/2015
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